Escrito por Carlos Espinoza Arce
Empecemos por aclarar el porqué del versus que se
presenta en el título, este no es más que una referencia al continuo e injustificable
enfrentamiento que existe entre las universidades públicas y las privadas; de
una manera más específica y sin rodeos, la UMSA frente a otras universidades en
sus diferentes grados de popularidad y precios, que ofrecen igualmente “educación
superior”.
Este enfrentamiento (objetivamente innecesario) parece
estar basado en el prestigio y pretende medir el nivel de esfuerzo de sus
estudiantes, el status de sus catedráticos y la calidad de su administración,
pese a que tanto privadas como públicas comparten el propósito común de
capacitar a los ciudadanos y arrojarlos al insaciable y estrecho campo laboral;
pero ¿Cuál es el objetivo de crear dicho enfrentamiento? ¿Será para relucir
nuestro ego por tener más o mejor conocimiento? ¿O se trata de una competencia
para demostrar una mejor condición económica?
Al final nos daremos cuenta de lo absurdo de la cuestión,
que el versus es netamente simbólico (siempre fue simbólico) y que la crisis de
los tiempos modernos y el COVID no reconocen la diferenciación, ataca
ciegamente; no obstante, debemos concentrarnos en la reacción de las
instituciones y el planteamiento de soluciones viables que les permitan
continuar con un calendario establecido y sin perjudicar a los estudiantes con
el avance de sus carreras, utilizando medios virtuales como la mayor herramienta.
Es este punto el que nos interesa y en el que debemos tragar nuestro orgullo y cuestionarnos
¿qué tan preparada está la UMSA para afrontar esta crisis sin precedentes? y ¿qué
tan preparadas están otras universidades en comparación?
Una vez entendido que este artículo no tiene la intención
de generar una discusión de: “mi casa es más grande que la tuya”, como
estudiantes de una renombrada casa de estudios a nivel nacional como es la
UMSA, tenemos que evitar caer en la altanería de un repetido slogan: “UMSA la
mejor” y enfocarnos en nuestras debilidades, porque solo de esta forma uno
puede hacer una introspección y descubrir qué estamos haciendo mal, cuáles son
nuestras verdaderas posibilidades y cómo
podemos mejorar.
A principios del año 2020 nos abofeteó una crisis
sanitaria que ni millennials, boomers ni
la generación Z había experimentado antes. Es aceptable que haya conmocionado
al mundo entero y que haya paralizado muchas actividades, entre las que
destacamos actividades académicas. Hoy en día todavía se predica y practica “el
distanciamiento social” como un ejercicio preventivo de la acelerada dispersión
del virus, se pregona realizar las actividades desde casa, ya que al parecer la
tecnología está de nuestro lado.
Todo parece tener una solución veloz y sencilla, pero
recordemos que estamos realizando una introspección y que nos interesan los
problemas que poco a poco se hacen notar y nos caen como un balde de agua fría.
De entrada, se descarta la posibilidad de volver a la
“normalidad” con las clases presenciales en aula, no solamente porque sea una
disposición del gobierno o de las autoridades universitarias, sino por el simple
instinto de no exponerse al peligro. Cualquier estudiante de la UMSA (derecho
particularmente) se imaginará compartir el ambiente con cien, doscientos, hasta
quinientos alumnos – esta última cifra no es una exageración – por lo que pisar
los recintos de la Facultad implica la aglomeración de una gran cantidad de
personas, en comparación con otras universidades que no reúnen a más de 80
personas en un aula, si no es que una menor cantidad. Irónicamente ¡punto para
las privadas!, supongo.
Las nuevas plataformas virtuales ingresaron con bastante
fuerza en el mundo académico como una alternativa prometedora, pero las redes
sociales se han convertido en la bitácora de miles de estudiantes de
universidades privadas, que expresan sus molestias, disgustos, críticas contra
las clases en línea y exponen las falencias de aprendizaje utilizando esta
herramienta. ¿Qué pasará con la UMSA? Recién nos integraremos a la ola virtual,
entonces para generar una reflexión en el lector y despertar su preocupación, nos
cargamos de más preguntas: ¿Cómo se nos garantiza que el aprendizaje será
efectivo? ¿Cómo serán las evaluaciones? ¿Qué pasa con los estudiantes que no
cuentan con un servicio de internet continuo?
Esperemos que se encuentre una solución realista y de
esta forma afrontar la crisis y sobrellevarla porque ya es parte de los
obstáculos por los que tiene que atravesar la sociedad.

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