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PAREDES CANDIA Antonio, (1998). Leyendas de Bolivia tercera edición, La
Paz - Bolivia
I
En la mitología chiriguana dos dioses
gobiernan el mundo. Tumpaete, que expresa el bien y su contrapuesto, el mal,
que recibe el nombre de Aguara-tumpa. Los dos transcurren en constante lucha y
su animadversión durará hasta el fin de los siglos.
II
Ocurrió en tiempo inmemorial. Aguara-tumpa conocedor del celo que tenía Tumpaete por el hombre al que había
creado y del que era protector, descuidando a los vigilantes provocó un
incendio que destruyó los campos, quemó los pastizales y bosques de la raza
chiriguana, exterminando a los animales que moraban ahí.
Los chiriguanos recurrieron a su
Dios.
Tumpaete les aconsejó que trasladaran
sus caseríos a las riberas del río y allí sembraran maíz. Mientras maduraran
las mieses se alimentarían de los pescados.
Aguara-tumpa viéndose burlado en su
afán destructor, "hizo caer desde los cielos aguas torrenciales" e
inundó la chiriguanía.
Nuevamente el dios Tumpaete habló a
sus hijos:
-
Está decidido que todos vosotros
moriréis ahogados y para salvar la raza chiriguana buscad un mate gigante y
dentro de él dejad dos niños, macho y hembra, "hijos de una misma
mujer", escogidos entre los más fuertes y perfectos. Ellos serán el tronco
en que florecerá la nueva raza chiriguana.
Los chiriguanos obedecieron a su
dios. La lluvia no cesó durante muchas lunas y el mate con los dos niños
adentro siguió flotando sobre las aguas. Murieron todos, no sobrevivió ninguno.
La tierra se anegó y se calmó la lluvia cuando Aguara-tumpa creyó que había
desaparecido la raza chiriguana y él podía ya ser el dueño de la tierra.
Se secaron los campos y los niños salieron de su escondite.
III
La pareja vagó mucho tiempo en busca
de alimentos. Caminaban de un lado a otro y les aguijoneaba el hambre. Tumpaete
nuevamente les habló:
-
Id en busca de Cururu, el amigo
benigno del hombre, que él les proporcionará el fuego para cocinar los pescados
que están al alcance de vuestras manos.
Los niños encontraron a Cururu, un
gigantesco sapo, esperándoles en una altura. Guardaba las brasas en su boca y
las mantenía vivas con su respiración. Les entregó a los niños y ellos pudieron
asar los pescados, que entonces eran abundantes por las torrenciales y largas
lluvias pasadas.
Cururu les contó que cuando empezaron
las lluvias, por mandato de Tumpaete, él se introdujo dentro de la tierra
llevando ese fuego.
Gracias al fuego los niños tuvieron
alimento y sobrevivieron.
IV
"Los dos hermanos fueron
creciendo en años hasta que tuvieron la edad competente para
proliferarse". De esa pareja nuevamente se multiplicaron los chiriguanos y
formaron un pueblo robusto, bello y perfecto.
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